Me habían tomado nota hace al menos quince minutos, pero mi sin lactosa seguía sin llegar.

La mesa contigua, sin embargo, sí había sido servida. Me extrañó, pues estaba vacía.

Al llamar la atención al camarero sobre este hecho —por miedo a que ese café fuera el mío y se estuviera enfriando— me contestó, molesto:

—por favor, no falte el respeto al resto de clientes.

Doblemente confuso, volví a girar la cabeza e, imaginaros cual fue mi sorpresa, cuando descubrí el café ya casi consumido, al igual que la tostada. El periódico abierto, que también estaba en la mesa, ahora se encontraba doblado. La imagen era la de un bodegón, naturaleza muerta.

¿Qué se me estaba escapando?