Me habían tomado nota hace al menos quince minutos, pero mi sin lactosa seguía sin llegar.

La mesa contigua, sin embargo, sí había sido servida. Me extrañó, pues estaba vacía.

Al llamar la atención al camarero sobre este hecho —por miedo a que ese café fuera el mío y se estuviera enfriando— me contestó, molesto:

—por favor, no falte el respeto al resto de clientes.

Doblemente confuso, volví a girar la cabeza e, imaginaros cual fue mi sorpresa, cuando descubrí el café ya casi consumido, al igual que la tostada. El periódico abierto, que también estaba en la mesa, ahora se encontraba doblado. La imagen era la de un bodegón, naturaleza muerta.

¿Qué se me estaba escapando?

¿Vosotros no tenéis recuerdos de cosas que nunca han pasado?

Yo me veo a mi mismo flotando en el espacio, desnudo.

Alejándome más y más del punto de origen.

No llevo traje ni casco. Respiro sin problema o no necesito respirar.

Tampoco atiendo a necesidades fisiológicas.
 
Tan solo giro sobre mí mismo leeentamente.

Tengo tiempo de sobra para pensar.

E incluso  

para imaginar

universos.

¿Sabes por qué te admiro? Tú siempre solo caes.

No piensas de dónde vienes durante el vértigo.

Cuando la gravedad y el tiempo van hacía el mismo sitio

y todos menos tú eligen el ritmo.

¿Qué te voy a decir que no sepas? A ti,

que has sido mi confidente todos estos años.

Gracias por escucharme atenta.

Gracias por responderme, silenciosa, todas mis preguntas.

Por dejarme estar y no exigirme cuando no tengo nada para darte.

Por abrazarme cuando sí sin reprocharme la espera.

*****

Paciente me hiciste saber que creías en mí

y construí un imperio de papel a tu nombre y con tu ayuda.

Fue cuando entendí que lo importante son las historias,

algunas por alguna razón quedan grabadas en nuestra memoria.

*****

Entonces te utilicé de laboratorio. Diseccioné frases.

Busqué almas donde no debía y que tu dios y el mio nos perdonen.

Creamos constelaciones, galaxias y mundos.

Lo hicimos tu y yo solos, lo hicimos tu y yo juntos.

*****

Si tus tachones revelarán los secretos que escondo,

si los garabatos de tus márgenes cobraran vida,

no me extrañaría ni un momento.

A veces sentía que eras tú quien me escribía cuando quedábamos.

*****

Por último, pedirte disculpas por haber tardado en visitarte.

Empezaba a preguntarme si realmente existes

o solamente habíamos sido parte de uno de tus sueños

y tu imaginación había decidido olvidarnos.

Ayer pensé en llamarte.

Tengo un grupo de wassap en el que estoy yo solo.

La idea se la tomé prestada a un compañero de trabajo. Creas un grupo de wassap con alguien más para acto seguido expulsarlo. A partir de ese momento puedes utilizar el grupo para escribir notas cuando no tienes nada mejor a mano.

Mi grupo unipersonal se llama así: «Notas». El caso es que, a pesar de lo útil que es, apenas lo utilizo, ya que suelo tener la agenda a mano. Pero ayer, que fui a utilizarlo, no lo veía entre tanta conversación, así que decidí utilizar el buscador. Escribí «notaa». Sí, mal. Cambié la s por la a, y cuando le di a «buscar», en vez de llegar a donde quería llegué a otro lugar totalmente extraño para mí. Al principio.

Aparecí en mitad de una conversación con un número que no tengo en la agenda. La otra persona había escrito «Ya escuché la notaaa». Me llamó la atención porque ella, la otra persona, me trataba de «mi amor» y yo la trataba de «cielo».

Al principio creí que era la colombiana con la que tuve un tórrido y breve romance el año pasado, pero no.

Seguí el hilo de la conversación y descubrí que eras tú.

En ese instante un rápido flashback me devolvió a dónde me devuelven todos los estímulos que relaciono contigo: Al corte de comunicaciones, el trauma de la no despedida.

Automáticamente, llevado por la intriga, le di al botón que aparece en la esquina inferior derecha que te permite ir al final de la conversación y leí las últimas palabras que intercambiamos:

—Mierda te he llamado sin querer.
Por el teclado roto.    
Perdona.

—No pasa nada.

…ese fue el final.

Es curioso porque hace poco leí que es habitual en los tiempos que corren. Hasta le han puesto un nombre: Ghosting.

Me di cuenta de que, aunque había borrado tú número hace mucho, ahora lo tenía delante de mis ojos. Pensé en llamarte. Preguntarte qué tal te va. 

Recordé que he escuchado que a veces dices cosas graves de mí. Otras muy graves. Yo nunca hablo de ti, solo cuando me preguntan mi opinión sobre esas cosas que dices.

Ayer pensé en llamarte, pero no lo hice.

Page 1 of 41234